lunes, abril 28, 2008

Nota de viaje 7: Sólo los niños se niegan a vivir sin amor








De por qué me fui a ese pais que habla inglés

Son las 5 y estás aburrido en el trabajo y piensas que al salir de ahí, irás directo a la tienda, comprarás cerveza, o algo de alcohol para sentirte bien o, mejor aún, que irás al videoclub más cercano por alguna película que ver. A final, el efecto es casi el mismo: olvidar dónde estás y sentirte mejor.

Y eso hice esa tarde luego de terminar mi turno, unos años antes de irme a ese país donde se habla inglés. Sé que es inverosímil pero nunca leí, ni nunca vi la película ni la obra de Peter Pan. Lo único que recordaba era a Campanita (¿Quién no podría recordarla?) y que Peter Pan usaba, en la película de Disney, un disfraz verde. Sabía quién era el capitán Garfio. Incluso sabía que en la historia había algo relacionado con “La Tierra del Nunca Jamás” o algo así. Pero no tenía ni idea de lo que trataba la historia. Y lo más importante, no sabía quién era Wendy…

Y es curioso, pero ese día, sin ver la película, terminaría por saber quién era Wendy y la asombrosa relación que teníamos los dos…

Y lo anterior comenzó a tener sentido cuando llegando a mi casa me encontré a Vi recargada en su carro del año temblando como si fuera invierno, con un cigarro en la mano, esperándome cruzada de brazos.

Vi había conducido llorando desde Ciudad de México porque a una semana de casarse, el tipo la había botado por otra. Pero esto lo supe mucho tiempo después.

Me dolía verla así. Éramos como hermanos desde niños y mi recuerdo de ella era el de una persona que siempre tenía algo que compartir.

Compartíamos películas, secretos y faltas a la escuela. Compartíamos lo malo y lo bueno e intentamos comprender el mundo juntos por primera vez. Claro que yo estuve enamorado de ella y ella de mí. Y había besos y todo, pero también había amistad, complicidad y todo eso que te hace sentir menos solo en el mundo.

Pero llegó la época de la universidad y Vi se desapareció en la Ciudad de México con un tipo mucho más grande de edad. Y se puso a estudiar algo en una universidad, porque quería ser “una gran ejecutiva, en una gran empresa”. Por sus eventuales e-mails supe que po aquel la dejó pero que se metió con otros que también le doblaban la edad, casi siempre divorciados o casados con la promesa de divorciarse para vivir con ella. Vivía en un nivel ajeno al mío, que se definía en los cines de la avenida, las amigas ocasionales y el refrigerador vacío.







Por eso me sorprendió verla esa tarde ahí esperándome con un cigarro en la mano.

Vi duró 3 días en casa pero casi no hablamos. Ella esperaba que le preguntara qué hacía allí pero no lo hice. Lo imaginaba ¿quién tiembla en pleno verano como si tuviera frío? Sólo alguien con una pena de amor.

Pero no pregunté. No quería saber. Cuando me iba a trabajar ella aún dormía en mi recámara como una niñita, con su rostro apenas iluminado por una pálida luz de mañana que salpicaba la habitación. Y cuando regresaba en la tarde siempre había comprado ya algo de comida y me esperaba viendo la televisión. Comíamos y hablábamos de cosas intrascendentes pretendiendo que no pasaba nada y después, para evitar aquella pregunta que ella quería que le hiciera, terminaba argumentando cualquier pretexto para salir de la casa. Cada uno de esos 3 días me metí al cine hasta la última función para regresar y encontrarla dormida, con su rostro iluminado apenas por la luz de la noche. Cada uno de esos 3 días le di un beso en la frente y la arropé y me fui a acostar al sillón de la sala cambiando los canales mirando sin mirar realmente los infomerciales de la televisión.

Pero la cuarta mañana Vi despertó más temprano y se sentó conmigo a tomar el café. Había silencio, el silencio incómodo que precede a un reproche. Me miraba con un cigarro en la mano y su cabello negro revuelto en la frente. Yo fingía mirar algo en mi taza de café. No quería escuchar que aún amaba a algún tipo y que se sentía mal porque la había botado. Sospecha que fue cierta, según me enteraría después… pero aún así no quería escuchar que su amor se había desperdiciado así, por una ilusión.

Sobre todo, no quería herirla diciéndole “Qué querías, es uno casado, con hijos. Tú eres su diversión. Nadie que te respete va a tener sexo contigo a escondidas en un motel”.

Faltaban unos años para irme a ese país que habla inglés, y estoy seguro que la presencia de Vi, verla sufrir así, y entender que estaba tan lejos de mí fue lo que me empujó, de alguna forma, a irme lejos, buscando paz en la soledad.

Y por eso, aquella mañana, tomando el café, mientras me seguía con la mirada, intenté ignorarla buscando en mi cartera un billete, y sacándolo y extendiéndoselo "por si hacía falta". “Gano cuatro veces más que tú” respondió buscándome la mirada. “Estás de vacaciones, eres mi huésped” dije poniendo el billete en la mesa. "¡Quiero hablar contigo!" pidió después casi en un grito y se soltó llorando.

La miré y por un momento ví a la niña que tanto quería. La que podía mandar un SMS sin mirar la pantalla del celular. Con sus pies desnudos y pálidos y su mano aferrada a un cigarro. Quise ir y acariciar su rostro y decirle que sentía mucho lo que le pasaba. Quise protegerla de todo, de ella misma. La quería y me dolía. Quise decir algo... pero me quedé ahí parado en silencio. En su mano temblorosa el cigarro se había roto. Y respiraba agitadamente mientras me veía. "En la tarde, cuando vuelva del trabajo" dije y ella sonrió en medio de las lágrimas, como si hablar conmigo representara una esperanza de algo que yo no podía comprender. Esa mirada de desesperación era la muestra de que Vi era la niña que fue y que no iba a regresar.









Mi corazón me tocaba el pecho como se toca una puerta. "Abrázala" me decía, pero yo sólo sonreí y me despedí desapareciendo detrás de la puerta. Esa noche, después del trabajo me metí al cine otra vez. Cuando regresé a casa Vi ya no estaba. Había dejado en la mesa una nota y el billete que le di para la comida. No quise leer la nota y me senté en un sillón de la sala para pasar la noche mirando infomerciales sin verlos realmente, con la esperanza de verla entrar otra vez... Cosas de la comunicación entre personas... cosas de no hacer caso al corazón…

Años después, en ese país que habla inglés, preparaba una ensalada en aquel restaurante, cando mi jefe me pidió que barriera el estacionamiento justo en medio de una tormenta otra vez. Y cuando salí alcancé a ver a lo lejos las luces amarillas del letrero del videoclub y me prometí ir hasta ahí, después, para alquilar una película para olvidar dónde estaba y sentirme mejor.

Ahí, me encontré con la nueva versión de Peter Pan, la película que no pude ver la tarde que Vi regresó. La alquilé y al verla esa noche comprendí al fin quién era Wendy y quién era yo: en una escena, Peter Pan va a buscar a Wendy a su cuarto. Ella no se ve porque está en penumbras delante de una chimenea y le dice a Peter:

“Hola Peter… ya he olvidado cómo volar…” y Peter le contesta “Te voy a enseñar otra vez” y entonces ella intenta prender la luz y Peter le dice “¡No Wendy, no prendas la luz!” pero ella enciende la luz y deja ver un rostro amargo…de una mujer adulta. Que ya padeció lo que los adultos padecemos y que ya se ha olvidado de soñar.

Y en la película el corazón de Peter Pan se rompe porque descubre que Wendy ya no está, que esa niña que el quería se perdió… Eso sentí aquella tarde, cuando quise encontrar en Vi algo que ya no estaba. Cuando descubrí que yo también había perdido la inocencia que permite compartir unas palomitas viendo la tele. Descubrí que en un momento de mi vida, como Wendy, como Vi, extravié la inocencia y por eso vivía solo. Sin compartir, sin escuchar. Aceptando que la vida es así o asa. Que todo está bien mientras no mueras. Que ya no eres un niño y puedes estar sólo. Justificando el vacío y la soledad porque ya no eres un niño…porque solo los niños se niegan a vivir sin amor…

Este vídeo de Youtube, de la película "Peter Pan" de P.J. Hogan, subido por km321 explica perfectamente la situación :)



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